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Dictadura y Neoliberalismo: la continuidad del desastre

Sin dictadura era imposible aplicar el plan económico que llevó adelante el gobierno de Videla y Martínez de Hoz.
Para eso hubo un golpe de Estado, para subordinar la Constitución a los Estatutos del Proceso y generar un pseudo marco jurídico para justificar el terrorismo de Estado, un método de gobierno que consiste en convertir a cada ciudadano en sospechoso de si mismo, en carcelero de su propia vida, a partir de someter al conjunto social a un estado de miedo generalizado.

La represión recayó, en mayor proporción, sobre delegados de fábrica y estudiantes. El común denominador fueron los jóvenes, las víctimas principales del programa de exterminio fríamente premeditado por la cúpula de la dictadura, tal como quedó demostrado en el inapelable proceso judicial impulsado con tanta valentía por el presidente Raúl Alfonsín.
El juicio a las juntas militares demostró que durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional el gobierno de facto aplicó un plan de exterminio y desaparición forzada de personas que, por sus características y en orden a la jurisprudencia de nuestro país y del derecho internacional, constituyó un genocidio equivalente al cometido por los nazis.

¿Qué objetivo tenía la dictadura? Barrer con toda resistencia interna para aplicar un plan económico que asegurara el sometimiento del país al capital financiero mundial y a sus socios internos, los dueños de la llamada patria financiera, constituida por bancos y empresas vinculadas a la obtención de ganancias a expensas de la destrucción de la economía real.

La política económica de la dictadura fue, en realidad, el primer episodio del neoliberalismo y del capitalismo salvaje propiamente dicho que vivió la Argentina antes de Menem y, ahora, de Milei.

La dictadura abrió la economía de manera indiscriminada, destruyó la industria, paralizó el aparato productivo, empobreció a un cuarto de la población en un país sin pobres hasta 1976, inauguró altas tasas de desempleo jamás conocidas en Argentina, endeudó la economía nacional y favoreció la fuga de capitales con ganancias obtenidas en el juego sucio de la especulación financiera.

A la par, produjo una escalada armamentista en la disputa del Beagle y una guerra con el Reino Unido cuyas consecuencias seguimos pagando.

No hay nada nuevo bajo el sol.

El liberalismo criollo, asociado al interés extranjero, gobernó siempre en la Argentina con algunas pocas excepciones.
La batalla cultural de Milei, como resulta lógico, pretende ocultar la incómoda verdad histórica que desdice sus propósitos.

Durante los años ’30, luego del golpe sufrido por el presidente Irigoyen, el liberalismo gobernó en la denominada Década Infame, signada por lo que los mismos protagonistas de ese período llamaron el Fraude Patriótico, y que tiene en el Pacto de las Carnes firmado con Inglaterra por Julito Roca, hijo del general Roca, la expresión más cruda del desprecio de esta corriente política por los intereses nacionales y populares.

La política económica de la dictadura fue, en realidad, el primer episodio del neoliberalismo y del capitalismo salvaje propiamente dicho que vivió la Argentina antes de Menem y, ahora, de Milei.

La dictadura abrió la economía de manera indiscriminada, destruyó la industria, paralizó el aparato productivo, empobreció a un cuarto de la población en un país sin pobres hasta 1976, inauguró altas tasas de desempleo jamás conocidas en Argentina, endeudó la economía nacional y favoreció la fuga de capitales con ganancias obtenidas en el juego sucio de la especulación financiera.

A la par, produjo una escalada armamentista en la disputa del Beagle y una guerra con el Reino Unido cuyas consecuencias seguimos pagando.

No hay nada nuevo bajo el sol.

El liberalismo criollo, asociado al interés extranjero, gobernó siempre en la Argentina con algunas pocas excepciones.
La batalla cultural de Milei, como resulta lógico, pretende ocultar la incómoda verdad histórica que desdice sus propósitos.

Durante los años ’30, luego del golpe sufrido por el presidente Irigoyen, el liberalismo gobernó en la denominada Década Infame, signada por lo que los mismos protagonistas de ese período llamaron el Fraude Patriótico, y que tiene en el Pacto de las Carnes firmado con Inglaterra por Julito Roca, hijo del general Roca, la expresión más cruda del desprecio de esta corriente política por los intereses nacionales y populares.

Gobernaron luego del golpe de 1955 durante la autodenominada Revolución Libertadora y, por supuesto, luego del 24 de marzo de 1976. En el actual período democrático gobernaron con Menem, Cavallo y De la Rúa, posteriormente con Macri y ahora con Milei y Caputo. En la suma, el liberalismo, el neoliberalismo y el anarcocapitalismo -en la práctica siempre lo mismo con variaciones semánticas- tienen el récord de años de gobierno y la inteligencia para vender gato por liebre, salariazo por ajuste y motosierra por licuadora de jubilaciones y salarios.